jueves, 12 de marzo de 2015

CRÓNICA DE UN VIAJE ANUNCIADO


Portón por el que salen los soldados israelíes al Campo de Aída
Llevo varios días dándole vueltas a una pregunta que me hizo un día mi hermana. Fue a raíz de mi viaje a Palestina (Gaza y Cisjordania) con motivo del rodaje del Documental Largometraje que dirijo “Dreams Behind The Wall”.
Y si, la pregunta en cuestión no era la primera vez que la oía.
Yo sé que ella me la hace sin mala intención, porque me quiere y no le gustaría que me pasara algo en un rodaje. También sé que me la planteó porque me conoce e intuye que este rodaje solo es el comienzo, y que quedan otros muchos por llegar. Y como imagina ella, y no va mal encaminada, no serán grabaciones fáciles, ni localizaciones de lo más agradable.

Nunca me gustó lo fácil. Creo que en esta vida debemos marcarnos aquellas metas que den sentido a nuestra vida y no siempre son las metas que le gustarían a la gente que te quiere. Y ahí está el asunto.
Ideas no me faltan, ni temas tampoco, y mucho menos gente esperando a que alguien de voz a las injusticias de las que son víctima. Los Derechos humanos deberían ser, como su propio nombre indica, algo de lo que gozáramos todas las personas, ya que se adquieren cuando nacemos y nos acompañan, o deberían hacerlo, el resto de nuestra vida. Pero por desgracia, y como los libros y la historia lo confirman, hay muchos rincones del mundo aún en los que sus ciudadanos ven vulnerados estos Derechos.

Después de esta introducción, me meto en el meollo de la cuestión.
Fue una noche de diciembre, yo acababa de regresar del rodaje en Palestina. Mis hermanos organizaron una cena para darme la bienvenida y por la navidad, que estaba al caer.
La verdad, tenía ganas de verlos y contarles la experiencia. Había sido increíble. No se trataba de un viaje fácil, ya que entrar en Gaza requiere permisos del Gobierno israelí que vigila tus pasos allí a donde vas. Además la zona está devastada pero me dejo esa parte para más tarde.
Comenzaron a preguntarme por el viaje, y entre todas esas preguntas resonó la de mi hermana: Oye Elena, el próximo viaje no lo puedes a hacer a otro sitio que sea más tranquilito… Que esta vez has vuelto bien y todo ha salido perfecto, pero te conozco y si te vuelves a ir, lo harás a un sitio parecido… Y yo es que paso un miedo de pensar que te pasa algo…

Pensándolo bien, tiene razón . Y de ahí que os diga que no era la primera persona que me lo decía. Sin embargo, mi madre, que es la persona a la que más quiero, y la que me podía doler que me la hiciera, no me la hizo. No porque no la pensara, que la pensó seguro. Una madre siempre quiere lo mejor para su hija, y Gaza y Cisjordania (Belén) no es el sitio más seguro. Pero hay dos motivos para que no me la planteara. El primero es su profesión y trayectoria. Es periodista y ha viajado por el mundo ejerciendo su oficio. Tampoco le tocaron ni escogió los lugares más seguros. Los temas que quería tratar se escondían en esos rincones del mundo donde las personas carecen de Derechos. Entre esos lugares estaba Gaza. Ella también estuvo en su día para narrar lo que aquellas voces silenciadas de los gazatíes no alcanzaban a contarnos.

El segundo es aún más sencillo. Soy su hija, me conoce, sabe que soy cabezona y testadura. Cuando algo se me mete “entre ceja y ceja” es difícil hacerme cambiar de opinión. Solo suelo hacerlo si veo que la meta no es posible antes de empezar, y de lanzarme a la piscina y hacerlo supondría un fracaso anunciado, y hacer daño a la gente que me quiere. Pero en esta vida hay que arriesgar. Mi amiga Esther siempre me lo decía: “Arriesga y vencerás. Sino siempre te quedarás con la duda de pensar que no lo hiciste, y quizá no venciste”.

Por lo que con este carácter que tengo era difícil (por no decir imposible) hacerme cambiar de opinión. Y entre las dos alternativas que le quedaban a escoger: apoyarme ó ponerse en mi contra e intentar hacer imposible mi meta, escogió la primera. Me apoyó desde el primer momento en el que la senté y se lo dije. Yo quería hacer ese documental y sentía también que tenía que hacerlo.

Visita con  Kayed por Gaza. 
Llevaba todo el verano en la redacción de La Sexta trabajando. Viendo los brutos de imágenes que llegaban por agencias sobre la masacre en Gaza. Si si, la masacre. Porque a aquello no se le puede llamar guerra.
Pues bien, cada vez que veía esas imágenes que nos llegaban (que no son todas las que emitimos, porque en televisión hay códigos éticos y hay que respetarlos) me subía una angustia por el estómago y me caían las lagrimas a borbotones.
Tenía que hacer algo. Durante el conflicto, me ofrecí para cubrirlo pero finalmente no pudo ser. A día de hoy, después de haber visto cada metro cuadrado de Gaza, hablar con los gazatíes, escucharles, ver la destrucción incapaz de ser descrita con palabras… es abrumadora. Después de todo eso, no sé si hubiera vuelto sana y salva.
Cuando se decretó el “Alto al fuego”, que no el fin del conflicto, me dije: Elena, ponte en marcha porque tienes que hacer algo por ellos, por la población civil, en especial los niños, víctimas de la masacre, represión, encarcelamiento por parte del Gobierno Israelí.

Y así fue. Un mes después del “Alto al fuego” me marché de viaje a Israel y Palestina con la persona acertada, la mejor compañía, mi madre. Ella fue corresponsal en Jerusalén, estuvo en Gaza, conoce el terreno y mucha gente. Había que hacer gestiones, un visionado sobre el terreno, reuniones para los permisos, entrevistas con mandatarios palestinos para publicar en España pero, sobre todo, había que patearse el terreno, hablar con sus gente, conocer de cerca sus problemas… Porque todo ello me ayudaría a dar forma a lo que había comenzado como una idea.
Grabé con la cámara que me llevé. Material que usamos más tarde para montar el teaser (vídeo) que subimos a la web Verkami para la captación de fondos para el documental. Y eso, y la inversión que realicé yo de dinero propio fue lo que nos permitió organizar el viaje.



Un mes y medio más tarde ya estábamos allí. Aterrizando en el aeropuerto de Tel Aviv y a partir de ahí vino todo lo demás. Semanas de rodaje en las que, además de currar a destajo, conocimos a cientos de personas que nos ayudaron en el camino y que ahora forman parte del proyecto y de mi vida. Son amigos que, aunque a muchos los tengo lejos, los siento muy cerca todos los días. Hablo con ellos, les veo por skype, y me continúan la película que yo rodé allí. Si en este mismo momento yo me plantara con una cámara en Gaza podría volver a rodar lo mismo, las mismas injusticias o quizá peores de las que grabamos hace 3 meses. Lo mismo ocurriría en Belén, segunda localización del documental, situada en Cisjordania. Ayer hablaba con mi amigo Mousa por Skype y me contaba que los soldados siguen entrando a diario en el Campo de Refugiados de Aida a tirar gases, disparar, registrar casas de forma arbitraria y sin motivo…  Hace 3 semanas le tocó a él. Es cámara y cubre todas las violaciones de Derechos que se producen en el Campo, y los abusos por parte de los soldados israelíes. Pues bien, una noche mientras les grababa en el Campo le pegaron y le rompieron cosas de la cámara, su herramienta de trabajo. Acto seguido se marcharon. Continuaron registrando casas de forma arbitraria y violenta, disparando gas y lo que no es gas…
Campo de refugiados de Aida (Cisjordania)

Ahí radica el problema, en la IMPUNIDAD. Estos señores, soldados del ejército israelí, se adentran a diario en el Campo de Refugiados de la UNRWA (bajo tutela de Naciones Unidas), arrestan a menores, disparan gases lacrimógenos, balas de metal cubiertas de goma… y no les pasa nada. Así lleva ocurriendo décadas y así seguirá ocurriendo, a menos que haya gente que decida denunciarlo, cada uno como pueda. Yo lo hago a través de mi profesión, el periodismo. El poder estar allí y ver con mis propios ojos lo que vi en ese viaje es lo que da sentido a mi oficio y a mi razón de ejercerlo.

Así es la vida en Cisjordania. El Muro se ha convertido en el personaje protagonista, ahogando y asfixiando a los que en su interior viven. Son diarias las incursiones de los soldados en los Campos de Refugiados, territorio tutelado por Naciones unidas, donde disparan balas y gas gas lacrimógeno contra los niños. 

Pero si la vida allí es difícil, imaginad como es en Gaza, donde sufren un bloqueo desde el año 2007. No pueden entrar ni salir personas ni mercancías. Ciudadanos presos en 40 Km de largo por 6 ó 12 Km de ancho. Es el territorio más densamente poblado del mundo, más que China. Encarcelados sufren la represión en forma de misiles, de masacres contra niños y mujeres indefensos que no entienden de intereses ni política. 

Recuerdo uno de los días de rodaje. Fuimos  grabar a Sahara, una niña que de no ser por la ayuda los psicólogos locales que trabajan a destajo, no habría superado el Estado de trauma en el que quedó tras la última masacre de este verano. Pues bien, cuando acabamos de rodar vino corriendo a despedirse. En su mano me traía una rosa y un colgante con la forma de la franja de Gaza y la bandera palestina en su interior. Me miró, me abrazó, me dio un beso y me dijo al oído en árabe: Elena por favor, no te olvides de mi nunca! Prométeme que volverás a visitarme!

Sahara, niña que sufrió Estado de trauma (Gaza)
Aquellas palabras me llegaron al alma. Como me siguen llegando las de mi amigo Kayed, guía y traductor durante nuestro viaje en Gaza, pero sobre todo amigo. Porque como ya os decía antes, en este rodaje conocí mucha gente. Gente que aunque esté lejos la sientes cerca. Gente a la que terminas por querer como he terminado queriendo yo a los gazatíes. 

En definitiva, dándole vueltas a la pregunta de mi hermana, llegué a una conclusión: No puedo marcharme a rodar a lugares más tranquilitos porque los rincones del mundo que quiero visitar son lugares en los que no se respetan los Derechos Humanos, y eso ocurre porque hay un sistema que los reprime y es impune por ello. Por lo que tiene que haber alguien que lo cuente. Y quizá, muchos de esos sitios ya han sido objeto de mas rodajes, reportajes… pero el periodismo y el cine es así, efímero. Dura lo que dura la noticia, ó la película en cartelera y festivales. Luego se evapora y se convierte en parte del olvido. Tiene que llegar alguien que de nuevo de salida al tema. Ojalá pueda rodar muchas más historias, ya estoy pensando en la siguiente, pero Palestina tenía que ser la primera. Para mi es muy especial, y los que me conocen lo saben.

Pero en mi mente ya rondan historias a las que, espero, en un futuro poder dar forma. INSHALA! 

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